Huairapamushcas (1948), significa literalmente “Hijos del viento”; es una novela
indigenista serrana del escritor ecuatoriano Jorge Icaza Coronel.
Cambio y continuidad son
quizás los términos más apropiados para describir el argumento de Huairapamushcas. La novela se
desarrolla entre la estancia La Providencia, el pueblo de
Guagraloma y el ayllu de Yutanyara. Gabriel Quintana, quien a través de
su esposa ha heredado la estancia, llega al fundo con ideas
pseudo-aristocráticas citadinas. Todo lo que ve lo asquea. No
expresa ningún interés en los campos, el ganado, los bosques. El único
lazo que tiene con la propiedad es su deseo de extraer toda la ganancia
posible, de llevársela consigo en metálico. El cambio de Gabriel es casi
inmediato, se adapta y adopta la manera de pensar y actuar del
latifundista. Este cambio se hace evidente en relación a Juana.
Cuando Gabriel llega a la hacienda, la longa intenta sacarle los zapatos, tal como el patrón anterior le exigía
siempre. Gabriel siente asco de la muchacha, y no lo permite. Poco
después, ya establecido en “patrón grande su mercé,” viola reiteradamente a la
muchacha. Este es solamente el inicio de una serie de atropellos y abusos
que se ven consumados ya sea personalmente, a través del capataz, o del
teniente político o el sacerdote.
El capataz de La
Providencia, conocedor del desinterés del patrón por los asuntos de la
hacienda, aprovecha, robando reses, quedándose parte de transacciones, timando
a los indios, endilgándoles culpas por reses “robadas por cuatreros,”
etc. Hace también las veces de “celestino,” diligenciando los tratos de
Salomé Cumba, una chola del pueblo, hermana de su novia, con el patrón.
El conjunto logra que Gabriel, en “pago” de servicios y silencios, les otorgue
tierras, dinero y facilite la adquisición de una pulpería-prostíbulo. Sin
embargo, no todo sale bien para Isidro, en tanto uno de sus cómplices, cargado
por su conciencia, confiesa los “tratos” de Isidro al patrón. Este
despide a Isidro, tras haberse cobrado los desfalcos del capataz. El Gabriel
que llega de la ciudad es uno muy distinto del que despide a Isidro, sin
embargo, se hermana con los demás latifundistas, tanto en palabra como en obra.
El título de la novela, Huairapamushcas,
se refiere a los hijos bastardos de Juana, productos de las reiteradas
violaciones de Gabriel y que le son endilgados a Pablo Tixi. Son “hijos del
viento,” del “diablo blanco.” La índole —usando el concepto desarrollado en Índole, de Matto de Turner— de Pascual y Jacinto, se hace evidente desde antes de su nacimiento:
“hablan” antes de nacer, desde el vientre de la longa; en reiteradas ocasiones
se expresan sobre la longa y el comunero. Tienen sangre de
“patrones,” y reclaman sumisión por parte de sus “padres.” El ejemplo más
sobresaliente al respecto está dado con respecto a Pablo: cuando éste intenta
cruzar el río crecido, a fin de ir al pueblo a solicitar ayuda para el ayllu,
los mellizos, sueltan la soga que sujeta a Pablo, a quien se lo lleva la
corriente. Nada les importa, ni se sienten culpables de la muerte del
hombre. No es igual a ellos.
Indudablemente, uno de los
momentos más significativos de la novela está dado por el “castigo” del ayllu a la Virgen Milagrosa. Puesto que la Virgen no protege a los
comuneros, ni les ayuda con su desgracia, ni escucha las súplicas desesperadas
con respecto a la creciente y la inundación de las tierras, los labriegos
arrojan a la Virgen, de cabeza al pantano. Su “rebeldía,” dura poco, en
tanto que inmediatamente, con culpa, la rescatan.